miércoles, 10 de abril de 2013

El monstruo que marcha

La música es al silencio de la mente lo que una caminata al reposo. La sensación de movimiento proviene del contraste que produce ante el silencio o el desorden del ruido. Esa noche me sincronicé a tal grado que tuve la impresión de escuchar la voz hablar sin ritmo o melodía.


------------------
Formentera Lady de King Crimson, en el álbum Islands (1971). Letra de Peter Sinfield y Robert Fripp.

Houses iced in whitewash guard a pale shore-line
Cornered by the cactus and the pine.
Here I wander where sweet sage and strange herbs grow
Down a sun-baked crumpled stony road.

Dusty wheels leaning rusting in the sun;
Snuff brown walls where spanish lizards run.
Here I'm shadowed by a dragon fig tree's fan
Ringed by ants and musing over man.

I'll unwind my old strings while the sun shine down
Won't climb any high thing while the sun shine.
Formentera lady sing your song for me
Formentera lady sweet lover.

Lamplights glows on old guitars the travellers strum;
Insence children dance to an indian drum.
Here odysseus charmed for dark circe fell,
Still her perfume lingers still her spell.

Time's grey hand won't catch me while the sun shine down
Untie and unlatch me while the stars shine.
Formentera lady dance your dance for me
Formentera lady dark lover.

----TRADUCCIÓN----


Casas congeladas al blanqueo vigilan la línea costera pálida
Las arrinconan el cactus y el pino.
Aquí vago, donde crecen hierbas dulces, sabias y extrañas
En un camino rocoso, arrugado y horneado al sol.

Ruedas polvorientas se apoyan oxidándose al sol;
Paredes cafés como el tabaco donde corren lagartijas españolas.
Tomo la sombra bajo el abanico de la higuera del dragón
Rodeado de hormigas y reflexionando sobre el hombre.

Relajaré mis viejas cuerdas mientras el sol brilla
No escalaré algo alto mientras brille el sol.
Dama de Formentera, canta tu canción para mí
Dama de Formentera, dulce amante.

Luces de lámparas brillan en guitarras viejas, el rasgueo del viajero;
Niños de incienso bailan al compás de un tambor indio.
Aquí cayó Ulises bajo el encanto de Circe,
Su perfume, aún, hace persistir su hechizo.

La mano gris del tiempo no me atrapará mientras el sol brille
Desátame y desengánchame mientras birllen las estrellas.
Dama de Formentera, baila tu danza para mí
Dama de Formentera, amante oscura.

martes, 5 de marzo de 2013

Fragmento de "Guerra en el Paraíso"

[...]
Las manos de Lucio caían quietas sobre sus piernas; sus brazos también, blandamente. La camisa de manta parecía moverse con la respiración acompasada. Escuchaba, pero pensando en otras cosas. La muerte no era cualquier cosa, finalmente. Había que ponerse de acuerdo en esto. Ella no espera a que uno acabe de hacer. Hay que adelantarse a ella, no morir así nada más. No olvidarlo. No debía dejarse morir.
Se incorporó. Fue como si lo sacudiera una súbita prisa por seguir, por no dejar pasar el tiempo. Como si hubiera perdido muchas horas, muchos meses, en darse cuenta de esa prisa. Era una vieja advertencia que sentía hacía muchos años en Cayaco, desde el río inmenso de Cayaco, cuando salía con su abuela Una prisa de hacer algo que no entendía bien, que lo despertaba en las noches de calor, en las calurosas e inmensas noches de lluvia en el verano, cuando se levantaba a mirar por la puerta el suelo mojado, inundado de charcos brillantísimos, recibiendo en la cara el vaho caliente de la tierra. Una prisa que conoció desde niño, que siempre le había servido para dominar sus pensamientos, para no dejarse arrastrar por ellos, obsesionarse. Esa prisa lo ayudaba. Debía quedarse quieto para mirarla ir y venir dentro de él, para mirar todo lo que esa prisa tocaba, llamaba, escondía. Algo siempre llegaba con ella, que él debía mirar. Era como una llamada de atención para que él pudiera alcanzar todo lo que la prisa encubría. Era una luz roja. Una señal par que él se quedase de lado, como si una inmensa bestia fuera a embestirlo y él la eludiera. No obsesionarse con la prisa, no dejarse arrastrar por ella, eso había aprendido desde que caminaba con su abuela, desde que hablaba con Serafín, el esposo de su madre, desde que en Ayotzinapa comenzó a entender lo que ahora sabía.
[...]
Lucio caminó unos pasos. La prisa seguía profunda. Cuanto más intensa era, más tranquilos y reposados se hacían sus movimientos, sus pasos, su mirada. Sus brazos caían a lo largo de sus costados sin esfuerzo, sin tensión alguna. Toda la serenidad, la lentidud de su cuerpo era como una respuesta a su prisa, como un dique inmenso a la profunda fuerza de su prisa. No quería juzgar ahora a Genaro. No quería juzgar a Arturo Gámiz. Quería verlos como parte de él. Quería sentirlos, en ese momento, como partes suyas, como advertencias para él. [...] No debía haber accidentes. No debía haber errores. Cualquier accidente, cualquier imprevisión sería un error de lucha. Era su prisa una urgencia por evitar todo error. El error es muerte. El error es no luchar, lo sentía muy profundamente, se lo decía, se lo advertía muy profundamente.
[...]
------------------------------------------
Carlos Montemayor - Guerra en el Paraíso (1991)

viernes, 22 de febrero de 2013

sábado, 12 de enero de 2013

Gargajo insípido

A Laborio Engránez le sangran los pies cuando se cruza con un camino olvidado. Bien es cierto que se trata de un camino ya muy transitado, con poco que ofrecerle al mundo moderno, porque sólo tiene gente que anda por caminos escabrosos y se queja entre dientes, que igual necesitan comer. Caminan en desorden porque no hay vehículo que se acuerde de aquellos caminos primitivos en quienes nadie quiere pensar porque recuerdan la necesidad de trepar árboles y se sonrrojan tras una servilleta. De esta forma piensa Laborio cuando tropieza con tramos que ya guardaban el recuerdo de su sangre, es decir que la ira le hace perder el hilo de la congruencia, especialmente porque logra enunciar sus sentimientos de modo tal que cualquier rastro de odio se disimula ante su crítico más suspicaz: él mismo. Entona: “Qué suerte hay que tener al nacer”, y cada sílaba marcha un paso cuesta arriba, hacia el final del arcoíris.