lunes, 20 de junio de 2011

....1=1=1=1

Si relees esta nota significa que atraviesas el mismo dilema del que ahora salgo. La duda parece inmemorial: surgió mucho antes de mi nacimiento, cuando, en algún momento, decidí ser inmortal. Aunque no me enorgullece semejante vanidad, negarla sería absurdo: la tengo grabada en la médula espinal, en cada célula de mi ser: mientras existan las condiciones lo volveré a hacer, no importa cuánto me esfuerce en cultivar otra cosa, es como un yerbajo a la sombra de un roble. Y conforme estas vanidades se adueñan del mercado, todo es mucho más sencillo, cotidiano, incluso menos doloroso que la consulta con el médico. Dos, tres muestras, una cuota por criogenia y no sabes más. No vuelves a oír de clonación hasta el día en que te devuelven a la vida y te desconoces por completo:

-Te llamas Tal, y eres esto, êsto y Esto. Antes de morir calzabas del ocho. Tu propósito en la vida es rellenar esos zapatos -luego te entregan esta nota.

Sé que suena completamente absurdo pensar en un designio predestinado, en la suspensión del libre albedrío; también sé que aunque no desprecias la vida, sabes que sin muerte se rompe un equilibrio; y lo sé porque somos la misma persona y pienso igual que tú. Es por el mismo motivo que nos regalo esta nota: para que puedas ocuparte de cosas más relevantes que un dilema cuya respuesta es inequívoca como tu existencia. La interrupción de la cadena es una alternativa demasiado fantástica, fuera de nuestra naturaleza.

Es deber recuperar la sabiduría de vidas pasadas para obtener las herramientas que te permitan nuevamente estrellarte contra el suelo y así seguir alisando el terreno: prepararlo para las generaciones venideras; orquestar toda la industria de la Mente en una interminable pugna por superar esta imperfección inequívoca, como nuestra existencia.

Atte.

miércoles, 15 de junio de 2011

Antes de Marx el conocimiento era pretexto para permanecer interpretando el mundo.
Después de Marx el compromiso social se volvió conocimiento.

viernes, 3 de junio de 2011

1/1

Muérdeme. Mejor que me muera de rabia a que me muera de hambre. Mejor ceder la razón al arrebato que extinguirse sofocado en una oquedad tan llena de sí, tan llena de todo, que termina por no ser más que un hueco. Mejor estallar un instante, un destello, para siempre, a la parsimoniosa calcificación de un bosque petrificado.

Muerde con fuerza, cierra tus fauces. Destrózame el cuello. Róbame la posibilidad de renunciar a la libertad, a la vida. Porque si se gesta la menor duda o te sorprende el menor descuido acabarás de cabeza, de espaldas, inmóvil... y te aseguro que me tomaré mi tiempo contigo.